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A un mes de los reyes.

A poco más de un mes de la tradicional visita tan esperada por los niños y las niñas de los reyes magos, quienes con la magia de la ilusión dejan juguetes debajo del árbol navideño.

De un tiempo atrás a la  fecha he tenido la percepción de que “los reyes” aprovechan la ocasión para mimar y en algunos casos dar un último apapacho a los ya no tan pequeños de la casa, ante el termino de las fechas decembrinas sin duda las más bonitas del año, implícitamente no lo puedo negar hay una huella de preocupación en el mensaje que podríamos estar inculcando en los niños y niñas en que la felicidad pudiera solo encontrarse en poseer más juguetes de los que ya tienen, de la calidad y durabilidad de los juguetes mejor ni hablemos.

La posición de “los reyes magos” debería ser un poco mas sabia como lo planteaba la idea original en la difusa historia de estos personajes que principalmente sus regalos tenían un aspecto espiritual en el cual se reconocía lo profundamente valioso del recién nacido, al obsequiarle oro, mirra e incienso.

En tiempos “modernos” es más práctico comprar juguetes que pudieran exigir o ilusionar los niños y niñas que aprovechar las fechas para hacer uso de una metáfora más elaborada, el ritmo de vida no da tregua para pensar si tal vez estos personajes pueden pensar en los talentos y cualidades que cada niño o niña tiene y eso posibilitara una mayor sabiduría.

Voy a ser más específico, si pudiéramos transformar la idea de que los reyes son aquellos seres que pueden ver todo el tiempo el comportamiento de los niñas y niños para saber si son merecedores de los regalos, qué sucedería si estos seres pudieran repartir este esfuerzo no solo en juguetes, sino también en libros que los acerquen al descubrimiento del talento o pasión del niño o niña, además de experiencias que impulsaran práctica de dichas habilidades que “los reyes” observan, hacer una redistribución de la inversión de este día especial en diferentes momentos del año, requiere de ser sabios(as) al momento de elegir.

Me puedo imaginar a Pepe un niño de 7 años apasionado por los dinosaurios que recibe un juguete con piezas de estos animales extintos, acompañado de un vale que le concederá una tarde con sus papá y mamá en una exposición de historia natural y un libro de arqueología con piezas para aprender como desenterrar un dinosaurio.

Se me ocurre que Ana, una niña de 6 años fascinada con los animales, recibe una mascota electrónica que parece que respira, pero también es merecedora de un viaje a African Safari con una experiencia nocturna y un viaje para dormir en medio de la selva lacandona para escuchar las aves que solamente ha visto en las series de Netflix.

Cómo último ejemplo Jonathan de 9 años recibe su videojuego favorito, pero se acompaña de un curso de programación que él mismo eligió con el vale canjeable y el libro de Mi Proyecto de Vida que le ayude a empezar a distribuir su tiempo y sus metas que empiezan a ser un poco más que las de sus papás.

Creo que la festividad de los reyes magos debe ser la oportunidad de mandar un mensaje mucho más claro relacionado al don que cada niña o niño tiene y que “los reyes” están haciendo un esfuerzo estratégico por acercarlos a los espacios donde pueden ser más felices y aportar todo lo que tienen al mundo.

Es solo una idea para voltear a ver un mes atrás y reconocer en donde está la inversión de “los reyes” quienes han puesto mucho esfuerzo en complacer a los pequeños del hogar.

Esto es decisión de cada rey o reina.

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