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¡Un proyecto de vida, es un buen comienzo!

Muchas veces hemos escuchado frases como yo lo hice a mi maneralo resolví con lo que tenía a la mano, o bien, me reinventé. En todas estas frases se encuentran escondidas, aunque a veces no lo notemos, habilidades valiosas como la creatividadla resiliencia (esa habilidad que algunas personas tienen para anteponerse a las adversidades que les presenta la vida) y la autonomía (esa otra poderosa habilidad para hacer elecciones, tomar decisiones y responsabilizarse de las consecuencias).

La preocupación, cada vez más extendida, de dotar a los hijos de esas habilidades ha llevado a muchos padres y madres de familia a involucrarse decididamente en su proceso educativo. Tú quizá estás en esta situación y habrás pensado que dejar la educación total de tus hijos en manos de las instituciones educativas y de los profesionales que ahí laboran, es una apuesta arriesgada. Más evidente si su pleno desarrollo y felicidad son los elementos que conforman esa apuesta. Así que, estoy convencido, será necesario que acerques a tus hijos otras herramientas para que se formen más allá de las aulas. Una de esas poderosas herramientas es un Proyecto de Vida. En este pequeño texto te compartiré mis experiencias y reflexiones partiendo de mi propio Proyecto de Vida y como las puedes aplicar para tus hijos.

Los que nacimos en los años setenta, ochenta e, incluso, los noventa somos las generaciones que cuestionamos los grandes paradigmas con los que fuimos criados. Es decir, cuestionamos los métodos y teorías sostenidos, validados e impuestos por una persona o grupos de personas, que incluyen comportamientos, actitudes o creencias. Uno de esos paradigmas es la esencia de la educación. Nos preguntamos cual ha sido el verdadero impacto en nuestras vidas y escuchamos, frecuentemente, frases como lo que aprendí en la escuela nunca lo uso o nadie te prepara para la vida real…

¿Entonces para qué vamos a la escuela?

Recuerdo nítidamente, como si fuera ayer, el primer día que me llevaron al preescolar. Mi mamá me dejó en la puerta de la escuela con un beso, mis deseos de aprender y mi pequeña mochilita. No dude en emprender el camino a la educación pues, a pesar de mi corta edad, ansiaba estar ahí. Durante un tiempo fue un bello sueño… del que desperté conforme crecía. Para el cuarto o quinto año de primaria me quedaba dormido, sobre mis libros y libretas, haciendo las tareas o estudiando para algún examen; era evidente que la emoción inicial se había esfumado entre lápices y obligaciones. Pero tenía que continuar con el proceso educativo. No hay de otra me decían. Hoy, cerca de mis 40 años, no tengo duda de que el amor al conocimiento, las ideas y la construcción de un pensamiento complejo y rico son algunas de mis grandes pasiones. Pasiones que convergen con mis pasatiempos, mi familia, mi desarrollo personal, el deporte y mis mejores amigos: los libros. Amigos que he ido incorporando poco a poco a mi vida después de esos tiempos rotos de la primaria y la secundaria.

Mi proceso de aprendizaje no fue lineal. Pasé por muchos baches en la preparatoria y me llevó años llegar a la universidad. Lo cual agradezco pues, creo, me permitió elegir lo que quería estudiar. Aún hoy en día, algunas personas me preguntan ¿para qué estudiaste una ingeniería si te dedicas a la educación, además de escribir y editar libros? Tal pareciera que aprender lo que te llama la atención, sin tener un impacto directo en tu desarrollo profesional, es un error. Reconozco que busco aprender cosas nuevas, distintas, cada año, sin la preocupación por saber si estoy construyendo un perfil profesional. ¡Recuperé la libertad para elegir lo que quiero aprender!

Hoy miro hacia atrás y pienso que me hubiese gustado conocerme más a mí mismo. Descubrir mi verdadera esencia desde niño para no perderla al paso del tiempo, como me pasó. Hubiese disfrutado mucho saber más de las emociones, de los libros, de otros idiomas, la naturaleza, la familia y el amor. Hubiese podido, también, disfrutar de conversaciones con adultos disponibles para conocer mejor el mundo; adquirir parte de sus conocimientos y experiencias. Formar mi propia perspectiva de la vida partiendo de las suyas, en forma de cuentos, reflexiones o juegos. Te lo cuento porque me hubiese gustado mucho saberlo antes de aventurarme, sin salvavidas, en el inmenso mar del conocimiento. Aún antes de seguir los planes de estudio estandarizados que debía cursar año tras año. Sí, me hubiese gustado estar preparado en tiempo temprano para la experiencia de estar vivo…Y, después, aprender todo lo demás.

Con esto que te he confiado, te pregunto

¿Qué es lo más valioso que quieres que tus hijos aprendan?

No lo tienes que responder ahora, pero algún día tendrás que hacerlo. Ojalá sea pronto pues es muy importante.

Lo sé bien, no es fácil responder esta pregunta. La lista de ideas será interminable y solo tendrá sentido cuando  la compartas con tu hija o con tu hijo, así sabrás lo que le emociona al aprender, lo que le mueve para estudiar. Podrán, juntos, adquirir o recuperar la libertad para elegir que aprender. Elegir objetivos de aprendizaje que le brinden felicidad, con contenidos que le procuren su crecimiento interno. Aprendizaje que le permita acceder a su identidad y encontrar el camino del autoconocimiento. Es decir, que tu hijo o hija logre alfabetizarse emocionalmente para que pueda decir lo que piensa, para expresarse de muchas formas, para ganar confianza y encontrar lo que es verdaderamente importante para él o ella antes que para el mundo exterior. Y todo esto requerirá acompañamiento e inspiración.

El libro que escribí “Mi proyecto de vida para niños y niñas” lo redacté para el niño que antes fui pues, creo, necesitaba un poco de guía y apoyo. Ese niño necesitaba saber que disponía de libertad para elegir lo que quería en su presente y en su futuro. Sí, el futuro que ahora es presente para mí. No tengo idea de como sería hoy mi vida con ese libro, pero me hubiese gustado experimentarlo.

Hemos llegado a un tiempo en el que casi en todas las ciudades viven personas cultivadas en todas las áreas del conocimiento pero, desgraciadamente, no son aprovechadas fuera de sus áreas de especialidad. Será un gran reto que todos los adultos que tenemos el privilegio de saber algo que los demás no saben estemos disponibles para recibir pequeños tripulantes con quienes navegar por el conocimiento. Que les enseñemos, sin llevarlos a la experiencia adulta, algunas cosas y que ellos, niñas y niños, nos devuelvan la alegría y el valor de la infancia. Sí, será un gran reto lograr conectarse con ellos. ¿Por qué te lo digo? Porque creo firmemente, que los problemas de actitud y precariedad en las relaciones con los niños y jóvenes en la actualidad no derivan de la falta de disciplina sino de la mala conexión con ellos. No bastará satisfacer sus necesidades materiales, sociales y alimenticias si antes no existe conexión con las personas más significativas en su vida.

El desarrollo neurológico de tu hija o hijo en su primera infancia empieza desde que nace y llega hasta los seis años; después, la parte emocional del cerebro, entra en un estado de maduración que seguirá por el resto de su vida. Desde los seis años y hasta los treinta se desarrollarán todas las complejas funciones del neocórtex como la capacidad de razonamiento, el pensamiento lógico y la consciencia; mismas que inciden en la reflexión y la toma de decisiones. De ahí se pasa a las funciones ejecutivas del cerebro tales como la planeación, la autorregulación, la memoria de trabajo, la flexibilidad o el manejo de impulsos en la adultez. Un ingrediente esencial para lograr el desarrollo neurológico sano es, como te he comentado, la conexión entre los niños y los adultos que les rodean. Actualmente existen muchas herramientas para generar esta conexión: cursos, retiros, aplicaciones en el celular, libros, juegos y espacios recreativos. Pero lo más importante está en nosotros. Necesitamos disposición y tiempo para conectarnos con quienes más amamos.

Personalmente he descubierto que fijarse metas y objetivos construyendo un proyecto de vida es fundamental para el desarrollo emocional. Por eso he publicado varios libros y desarrollado diversos proyectos educativos para guiar a nuevas generaciones en la creación de sus mundos particulares, lugares en donde sus ideas tengan sentido. Y, así como yo, cada niño o niña tenga su propio mundo, construido con su esencia. El crear un proyecto de vida es, sobre todo, un ejercicio de libertad. Ahí, un niño o niña puede comenzar por elegir pequeños objetivos para su vida y esforzarse para conseguirlos y, de paso, ganar confianza para imponerse nuevos retos. Su proyecto de vida ampliará sus elecciones más allá del ámbito educativo, se involucrará con su salud física, sus emociones, el medio ambiente o su familia. Conforme cambie su visión, se puede involucrar con la comunidad en donde vive, sus pequeñas finanzas personales y la toma de decisiones. Decisiones más libres y responsables.

Te platico. José Luis, quien colaboró con la primera historia que comparto en el libro “Mi proyecto de vida para niños y niñas” nos cuenta en su historia como fue que su curiosidad por conocer a un director de orquesta lo llevó a escribirle un correo electrónico. En el texto le expresaba su admiración y el interés por conocer su trabajo. Así fue como obtuvo la invitación del director para visitarlo en Estados Unidos para acompañarlo en un concierto. Este evento cambió su vida. Actualmente a la par de su trabajo como asistente de director, comparte sus habilidades musicales en el continente europeo. Esta historia es un ejemplo excelente de como los adultos pueden motivar a los niños y niñas a inspirarse no solo en el área académica o profesional sino, también, encontrar la esencia y el amor a la vida.

El futuro de tus hijos te corresponde parcialmente, no recae en ti toda la responsabilidad y no debería quitarte el sueño pues no tenemos control de todo lo que nos rodea. Seguramente te equivocarás en el camino y al paso aprenderás toneladas de experiencias y conocimientos. De lo que si tienes absoluto control es de ti como guía de tus hijos. Les darás aprendizajes diarios de lo que para ti es importante y valioso aunque, de la misma forma, aprenderán tus inseguridades y emociones negativas. Por esto, un buen comienzo para cambiar la forma en que priorizamos sus deseos, anhelos, sueños y responsabilidades es realizar un proyecto de vida. Te propongo les des la oportunidad de hacerlo con un libro sencillo, pero no simple, con el que empezarán a elegir, enfocando su atención en lo que realmente desean y no en las cosas impuestas por rutina y cotidianidad. Tú y tu hija o hijo derribarán juntos los muros que les bloquean y construirán mundos nuevos por medio de ejercicios dinámicos, conocimiento e imaginación. El libro te dará la posibilidad de crear un proyecto de vida familiar o individual para cada uno de tus hijos. De todo corazón te ofrezco mis conocimientos e ideas recolectadas a lo largo de mi vida; pero te toca a ti, con sana libertad, encontrar o crear tus propias herramientas. 

Deseo que este mes de la niñez sea el pretexto ideal para probar cosas diferentes, para crear nuevas ideas y disfrutar de la satisfacción de elegir lo mejor para tus hijos con la construcción de un proyecto de vida.

Con mucho cariño

Carlos Lucio.

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